Que el marido cumpla su deber para con su mujer e igualmente la mujer lo cumpla con el marido.
1 Corintios 7:3
En el matrimonio cristiano, el romance debe prosperar y florecer.
Después de todo, fue creado por Dios. Todo es parte de celebrar lo que Dios nos ha dado, al transformarnos en uno con nuestro cónyuge mientras a la vez buscamos la pureza y la santidad. Él se deleita en nosotros cuando esto sucede.
Por ejemplo, el Cantar de los Cantares, aunque a veces se malinterpreta como nada más que una alegoría sobre la pasión de Dios por su pueblo, es en realidad una hermosa historia de amor. Describe los actos sexuales entre un esposo y una esposa con detalles poéticos, mostrando cómo responden el uno al otro. Expresa cómo la sinceridad y la comprensión en las cuestiones sexuales llevan a una vida de amor seguro juntos.
Es verdad que el sexo es solo un aspecto del matrimonio. Sin embargo, con el tiempo, es probable que uno de ustedes valore su importancia más que el otro. Entonces, la naturaleza de la unidad matrimonial entre ambos se verá amenazada y en peligro.
Una vez más, el fundamento bíblico del matrimonio se expresó originalmente en la creación de Adán y Eva. Ella fue creada para ser “una ayuda idónea” para él (Génesis 2:18). La unidad de su relación y de sus cuerpos físicos era tan fuerte, que se dijo que se transformaron en “una sola carne” (Génesis 2:24).
Esta misma unidad es el distintivo de todo matrimonio. En el acto del romance, unimos nuestros corazones en una expresión de amor que no puede ser igualada por ninguna otra forma de comunicación. Por eso, el lecho matrimonial debe ser “sin mancilla” (Hebreos 13:4). No debemos compartir esta misma experiencia con nadie más.
Sin embargo, somos débiles. Y cuando no se satisface esta necesidad legítima (cuando se la trata como algo egoísta y exigente de parte del otro) nuestro corazón queda expuesto a ser atraído fuera del matrimonio, con la tentación de satisfacer este anhelo en otra parte, de alguna otra manera.
Para contrarrestar esta tendencia, Dios estableció el matrimonio con una mentalidad de “una sola carne”. “La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios 7:4).
El sexo no debe usarse para negociar. No es algo que Dios nos permita retener sin consecuencia. Aunque sin duda puede abusarse de este marco diseñado por Dios, el matrimonio se trata de entregarnos mutuamente para satisfacer las necesidades del otro.
El sexo es una oportunidad que Dios nos da para hacer esto.
Así que “no os privéis el uno del otro -advierte la Biblia- excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; volved después a juntaros a fin de que Satanás no os tiente por causa de vuestra falta de dominio propio” (1 Corintios 7:5).
Eres la única persona llamada y designada por Dios para satisfacer las necesidades sexuales de tu cónyuge. Si permites que se cree una distancia entre ustedes en este ámbito, que se pierda el entusiasmo, estás tomando algo que le pertenece a tu cónyuge por derecho (y en forma exclusiva). Si le dejas saber a tu pareja (por medio de palabras, acciones o inactividad) que el sexo depende exclusivamente de tu deseo, le quitas el honor y el afecto que han sido establecidos según un mandato bíblico. No respetas la unidad de “una sola carne” del matrimonio.
Así que, más allá de que te identifiques del lado del que sufre la privación o de quien la provoca, debes saber que el plan de Dios para ti es llegar a un acuerdo; pero también debes saber que no lograrás llegar a este punto con resentimientos, peleas ni exigencias. El amor es la única manera de restablecer la unión de afecto entre ustedes. Todas las cuestiones que este libro supone (la paciencia, la amabilidad, el desinterés, la consideración, la protección, el honor, el perdón) cumplirán un rol en la renovación de tu intimidad sexual. Cuando el amor de Cristo es el fundamento de tu matrimonio, la intensidad de la amistad y de la relación sexual entre ustedes puede disfrutarse a un nivel que este mundo no conoce.
Dios ha declarado: “Por precio habéis sido comprados” (1 Corintios 6:20).Puso los ojos en ti e hizo todo lo posible para atraerte y para que lo desearas. Ahora es tu turno de pagar el precio de amor para ganar el corazón de tu cónyuge. Cuando lo hagas, disfrutarás del puro deleite que fluye cuando el sexo se practica por las razones adecuadas. Y como si fuera poco, también tendrás la oportunidad de glorificar a Dios en tu cuerpo (1 Corintios 6:20). ¡Qué hermoso!
SI ES POSIBLE, INTENTA HOY INICIAR LA RELACIÓN SEXUAL CON TU CÓNYUGE. HAZLO DE UNA MANERA QUE HONRE LO QUE TU CÓNYUGE TE HAYA DICHO (O TE HAYA DADO A ENTENDER) CON RESPECTO A LO QUE NECESITA DE TI EN EL ÁREA SEXUAL. PÍDELE A DIOS QUE LOS DOS PUEDAN DISFRUTARLO Y QUE SE TRANSFORME EN UN CAMINO HACIA UNA MAYOR INTIMIDAD.
¿Fue una experiencia satisfactoria para ti? Si no salió como esperabas, ¿qué crees que complica la situación? ¿Has puesto esta cuestión en oración? Si fue una verdadera bendición para ambos, ¿qué puedes aprender de esto para el futuro?
¡Qué hermosa y qué encantadora eres, amor mío!
Cantar de los Cantares 7:6
Puedes ver todos los desafíos diarios en la siguiente lista: toca el título que quieras leer.
El desafío del amor - 40 días
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El amor satisface las necesidades sexuales - Día 32 de El Desafío del amor
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